¡Venga, vamos! Que el poeta no tiene por qué ser taciturno, nostálgico del mundo que no vive, y callado. El poeta puede celebrar la vida con las manos y la boca, los pies y la barriga, tal como lo hace en el papel. El poeta sabe mejor que nadie apreciar la magia de las cosas grandes, que son las simples, y debiera expresar ese amor para Ser Amor y pintar los papeles de fé.
Prueba a sacudir tus manos y que caigan las letras, y en vez de guardarlas en un papel, siémbralas para ver qué nace de lo que nunca escribiste. Hazte un huerto en el pecho y cántale a los versos para que florezcan dentro de tí.
Dejemos, por favor, de escupir ideas. Gestémolas en el hueco de la clavícula y que se conviertan en pelicula de las que somos protagonistas y cuyo guión hay que nutrir.