lunes, 24 de septiembre de 2018
Las mujeres decentes
sábado, 22 de septiembre de 2018
Sobre cómo me convertí en tortuga
Les dieron miedo mis garras y me recorté las uñas.
Mis alas les molestaban y las dejé en mi casa.
Mi silbido también jodía y me quedé en silencio.
Mis dedos se movían mucho y dejé de usarlos.
Aún sin alas caminé, y no convino.
Así me encontré callada y quieta;
indefensa busqué algo que me tapara,
y me convertí en tortuga.
martes, 18 de septiembre de 2018
No puede
Se ha roto algo que no existía.
Los cristales y las piezas al caer
no tienen eco pues no hay materia.
La ilusión embauca hasta al corazón más roto
y luego
el proyecto se le escapa de las manos
y se estampa contra el suelo.
Rajadas las manos, no sangran.
Llorando los ojos, sin lágrimas.
Cantando canción, sin garganta.
No puede doler la herida
pero duele.
No puede morir la risa
pero muere.
No puede existir el amor
pero existe.
Yo veo aquello y todo esto
Hay heridos por ambos bandos
y de ambos bandos
acumulándose en las cunetas
de los cientos de callejas
que componen la ciudad.
Excrementos y desechos,
piernas y brazos amputados
son galeras que navegan
y decoran con su tinte
de rubí encarnado las paredes,
las aceras y los suelos.
Hay personas que se ahogan
las gargantas con sus manos.
Con sus propias manos.
Otras sumergen sus caras en
las sucias aguas, y otras
golpean sus cabezas contra paredes
con movimientos estereotípicos.
El olor
a podredumbre e inmundicia.
A cerebros con gangrena.
A lenguas de palabras leprosas.
A manos que sólo quitan.
A pies que a falta de callos tienen uñas oxidadas que te rascan la espinilla hasta el hueso.
Sus gargantas están llenas
de gargajos y de sangre
y cataratas se derraman
cuando intentan hablarte.
Sus ojos reflejan el ansia
por llegar a conocerte y darte pena
darte asco o darte muerte.
Lo demás es robar siempre.
Yo veo aquello y todo esto.
Y a veces veo mucho más.
La bondad
Nadie ama la bondad.
La bondad es un colchón
donde rebotan.
Una ventana que golpean.
Una prenda de ropa que
elogian pero nadie vestiría.
La bondad es equilibrada,
es silenciosa; es aburrida.
Viene, queda o se va
pasando desapercibida.
Bondad casi no queda,
y si queda está escondida
exhausta de tambalearse
entre escombros y ruinas.
viernes, 7 de septiembre de 2018
Mi tarea
Se ve que paulatinamente fui construyendo un discurso demoledor contra mí misma. Se dió lugar que varios elementos de mi entorno, y mi traidora mente, se conchabaron en mi contra para encerrar la flor, pisar la llama, apagar el pájaro. Perdidos estáis ahora que me he percatado.
También ocurrió después que, queriendo compensar el desajuste, y aún todavía no siendo totalmente consciente de él, me regalé con exhaustivos esfuerzos y descansos sin sentido. Este no es el caos que busco.
Mi tarea ahora es buscar mi equilibrio, calmar mis necesidades, cuidarme como sé cuidar y como sé que sé cuidarles.
miércoles, 5 de septiembre de 2018
Lo he perdido
El tocólogo o la tocóloga
debieran empezar su trabajo un poco antes;
quizá incluso antes
del momento de la concepción.
He perdido el deseo sexual.
Lo he perdido.
Debí haber creado el hábito
de guardarlo siempre en el mismo sitio.
El caso es que cumple en la vida
un papel muy específico
y no encontré nada bueno
por más que me empeñé en sustituirlo.
Me recomendaron un sexólogo
y hasta a Paco Lobatón
lo que pasa es que tengo sospechas
de que me lo ha secuestrado el corazón.
Un corta royos, corta alas,
un envidioso empedernido
que no soportaba ver al otro disfrutar
sintiendo en su adentro el vacío.
"Ya basta de risotadas, tonterías y gemidos.
Aquí o disfrutamos todos
o no disfruta ninguno".
Para colmo mi cerebro
le ha seguido la corriente
"Eso, estamos aburridos,
exigimos un filtro de gente".
Esto pasó a edad muy temprana,
me dio ahora por quejarme
por que al cabo del tiempo la gente
dejó de visitarme.
No es que no me llamaran o vinieran a buscarme,
es que mi cabeza y mi pecho
son dictadores implacables.
Y aquí sigo campante, volviéndome cada vez más planta y dando besos a las abejas que me sobrevuelan despistadas.
Tras la puerta
Hay un señor tras la puerta de mi cuarto
y se da un aire a Don Quijote.
El pobre no mira, no habla;
ni dice, ni oye.
Ha nacido de la nada
y creo que le puedo ayudar:
Voy a dibujarle unas orejas,
y unos ojos con pestañas,
y su boca.
Una vez reconozca su rostro como suyo,
él ya sopesará
si sale de mi cuarto o se agazapa
para siempre
tras la puerta.
Yo le he avisado de que a veces
oigo jazz y otras rock metal,
y que alguna vez me oirá gemir
y otras llorar.
Si me respeta eso,
él sabe
que se puede quedar.