Dale sentido a mis locuras,
vida a mi muerte cuando pienso en no abrazarte ni tenerte.
Es fácil andar acompañada por una pendiente rocosa,
lo duro es hacerlo sola
y arrastrando un saco lleno de ti,
de tu risa que me persigue,
de tu invitación a quedarme junto a la chimenea y observar tranquilamente
sin pensar siquiera en conseguir más.
Pero sé que puedo,
quiero una vida y la tengo que edificar.
A veces salto, a veces vuelo y muchas caigo,
pero en todas, todas, me levanto
y sonrio constantemente aunque no haya motivos aparentes para hacerlo,
porque el simple hecho de sonreir te hará feliz
y tirarás más del fino hilo que me acerca un poco a ti,
mientras más tensión, más se alarga,
porque todo se mueve por amor...
Unas miradas llenan y otras destruyen,
pero se aprende a caer elegantemente
porque evitarlo es imposible.
Me rei de mi, me rei del río, del frío,
de sentir que el cuerpo no puede más.
Vive, llora, ahora.
Antes de que se descongele el pequeño trozo de iceberg
en el que te mantienes sobre un océano helado.
Tendrás que aprender a nadar tarde o temprano,
tendrás que sacar el calor de tus propios abrazos
porque no hay nadie alrededor que te socorra,
nadie que te mire y te levante con una palabra.
Encontré un compañero astuto,
alguien que me apoya aunque no esté y me da su aliento
aunque también caiga amenudo,
a pesar de no ser perfecto y llevar máscara.
Lo que nos une es llenarnos el hombro de lágrimas,
es comprender porqué gritamos y la autodestrucción en cada página,
es la risa y los abrazos en mitad de la nada.
Acompañada en una explanada desierta
por un zorro que me abre los ojos y me despierta.
Soy muy afortunada, como en la fábula del principito...
Te quiero infinito.
Y no lo dedico, no lo grito,
no lo expreso, no lo escribo.
No me subo ya por las paredes cuando siento un vacío en mi
porque ahora es un folio en blanco que se llena de palabras,
de vivencias, de personas y de heridas no cicatrizadas.
Sentir dolor es estar vivo, esa angustia edificante que te fortalece
y te tortura hasta que la más suave brisa te parece una caricia
y te alivia del tormento que parecía ser de por vida.
Gracias si me hiciste sufrir,
siempre te recordaré como quien me enseñó algo más de la vida,
quien me hizo fuerte y me hizo caer
para poder elevarme más tarde en el ascenso de mi montaña rusa.