¿Has ido al gimnasio?
Y, en un segundo, la culpa
y el complejo.
El tengo que hacerlo y el
por qué no lo he hecho.
Y la escusa: la calle
estaba llena de gente;
gente con ojos.
Hay demasiada luz y
todo el mundo puede verme
pero nadie sabe quién soy.
Gente con bocas
desconectadas del corazón
cuyo Pantone de palabras
desentona con mi mundo.
¿Vienes a tomar cerveza?
Y ojalá me invitaran
a beber palabras, a
comer ideas, a comprar
la coreografía que los
pétalos de azahar
realizan cada madrugada
y cada amanecer;
la cual siempre está en oferta
para aquellos que vivimos
al borde del Síndrome de Stendhal.
Si pudiera poseer algo
elegiría la ausencia de
la necesidad de hacer
para ser.
E intento,
yo juro que intento
empujarme a hacer cosas
que todo el mundo hace
y que yo, siendo del mundo,
se supone que debo hacer.
Pero teniendo un solo cuerpo
resulta raro empujarse y
acabo con los dedos de los pies
empotrados en la frente
como un torpe erizo
que resbala cuesta abajo
en forma de bola y sin armas
para luchar contra la gravedad.