Escribo, de nuevo.
De nuevo, con palabras viejas,
con ideas probablemente precocinadas,
estructuras antiguas
y pensamientos reciclados.
Escribo con sentimientos nuevos,
enraizados en el añejo
corazón de la humanidad.
Con manos ya estrenadas,
y en un día que empezó hace rato.
Escribo con todo prestado.
Con ojos que miran las páginas
sabiendo que son los restos
de árboles centenarios
y con una tinta que
no ha sido creada hoy.
Sin embargo, escribo
siendo testigo de lo nuevo,
estrenando el presente
y viviendo algo único que,
a pesar de ser un mosaico
de usados pedazos,
es una imagen nunca vista.
A la vista de cada ojo,
un segundo sin estrenar,
una nueva oportunidad
existiendo para ser vivida,
para poderse expresar.