sábado, 30 de noviembre de 2013

Miedo (2013)

Una vez comprendí
que no había sitio para mí
en esta mundo sucio,
o más bien sociedad inmunda,
no encontré razón para vivir,
y me deshice por completo.
Pero no es tan fácil abandonar la vida,
mis pulmones
se aferraron al aire
y mis dedos a la tierra.
Sin lógica ni pensamiento,
seguí viviendo.
Sin esperanza ni meta,
me dediqué a observar . 
Y secándome las lágrimas
frente a un espejo,
le vi los ojos al miedo.
Encaramado a mi espalda,
como el más rastrero parásito,
se asomaba, enorme,
tras mi oreja,
frotándose las patas.
Estaba contento,
me dijo que tenía talento.
Entonces me di cuenta
de que se bebía mis lágrimas
y se bañaba en el sudor
de mis pesadillas.
Él engordaba según
mi Ser decrecía.
Achinando los ojos
y sonriendo por dentro
inpiré aire,
inflé el pecho,
y con voz más grave
que aguda
recité Oda a la Tristeza
hasta que a aquel bicho
le explotó la cabeza.
(Gracias Neruda)

viernes, 15 de noviembre de 2013

A QUIEN HABLA SIN SABER

No conoces los caminos que mi alma recorrió:
tapé las cicatrices y sequé mi frente,
tiré las vendas manchadas de sangre,
y fijé la vista en el horizonte.
Tuve que coser los miembros
de nuevo, a mi cuerpo.
Tuve que limpiar mis ojos
con lágrimas purificadoras.
Tuve que ungir mis brechas
de saliba con mi lengua.
Y una vez recuperada,
eché a andar.
Es un gran esfuerzo meterse
en un pellejo que no es el tuyo,
mas si no eres capaz de comprender,
o analizar, la amplitud de una vida
no pretendas sumergirte
en los detalles de la misma.

jueves, 14 de noviembre de 2013

sábado, 9 de noviembre de 2013

Nana ortográfica.

Disculpe, Señor, pero la tilde
es el alma del acento:
¿Qué es una flor sin color
o un libro sin argumento?

Las haches, aunque muditas,
son mecedoras que acunan
las infinitas leyendas que cuentan
los libros de mi cultura.

La B y la V son hermanas
que odian ser confundidas,
(Venga, oveja, bala bajito,
que la niña está dormida.)


{Dedicado a la memoria de Gloria Fuertes,
poetisa que educó mi gusto por la poesía y me dio alas para escribir.}

Confiar

Echo un vistazo a mi pecho
y, con las manos juntas,
regalo un ramito de
preocupaciones al Viento:
Son tuyas, tú las trajiste,
a tí las encomiendo.

Quité el reloj de la pared
cuando liberé al Tiempo
del hombre y, casi sin quererlo,
me liberé a mí misma 
del Tiempo.

Barrí mi cerebro de nombres
y llené con páginas
las rendijas y huecos.
Me decidí a vivir la realidad
mientras gestaba mis sueños.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Emily Dickinson


The soul unto itself
Is an imperial friend,—
Or the most agonizing spy
An enemy could send.

Secure against its own,        5
No treason it can fear;
Itself its sovereign, of itself
The soul should stand in awe.

Revelación - Rosario Castellanos

Lo supe de repente:
hay otro.
Y desde entonces duermo solo a medias
y ya casi no como.

No es posible vivir
con ese rostro
que es el mío verdadero
y que aún no conozco.

fragmento de "Dos meditaciones" - Rosario Castellanos

I
Considera, alma mía, esta textura
Áspera al tacto, a la que llaman vida.
Repara en tantos hilos tan sabiamente unidos
y en el color, sombrío pero noble,
firme, y donde ha esparcido su resplandor el rojo.
Piensa en la tejedora; en su paciencia
para recomenzar
una tarea siempre inacabada.

Y odia después, si puedes.

sábado, 2 de noviembre de 2013

"Vuelo" de Miguel Hernández

Sólo quien ama vuela. Pero, ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.

Amar ... Pero, ¿quién ama? Volar ... Pero, ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.

Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que te confundiste con una alondra un día,
te desplomaste otro como el granizo grave.

Ya sabes que las vidas de los demás son losas
con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
A través de las rejas, libre la sangre afluya.

Triste instrumento alegre de vestir; apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.

No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.

Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de debatirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.

Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala
un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como un élitro ronco de no poder ser ala.
El hombre yace. El cielo se eleva. El aire mueve.

Cuando le da el hambre a mi mente.

Cuando le da el hambre a mi mente
no hay valiente que me pare,
no hay muro que me detenga
ni murmuro que me apague.

No existe otro sentimiento
ni pensamiento que distraiga
mi cabeza cuando quiere
que alimente su gran panza.

Un vacío me invade y
busco libros y novelas,
un papel y unos lápices
de colores, o acuarelas.

Busco fotos y pinturas,
poesía y melodías que inspiren
mi alma a expresarse
por el medio que convenga.

No acalles la gusa
de un cerebro hambriento,
la información le da más alas
que cualquier mierda que bebas.

Buscar lógica a lo que hacen
tus manos es inútil
y si tu musa es frágil
no cuestiones su presencia.

"Sin embargo..." de Chantal Maillard

Sin embargo,
sin embargo,
sin embargo… No me
fío de mí. Nada es
permanente. Menos
lo es la palabra. Esto
tampoco,
esto tampoco,
esto tampoco. No me fío,
no te fíes de quien
dice, de quien
habla, de lo que se
dice, de lo que dices,
de lo que digo,
no me fíes,
no te fío.
La lucidez es una chispa, un
estado de conciencia
en las multiplicadas estancias
de la conciencia o que hacen
conciencia, las estancias
que se alargan, se prolongan, se
continúan, y así
se le llama conciencia
a aquella continuidad.
No me fío, no te
fíes de las estancias,
se estrechan,
se acortan,
se invaden,
desaparecen,
la lucidez es un instante
entre estancias,
ventanas en la mónada que
si permanece bajo
la luz del foco se hace estancia,
también ella, y sufre
las mismas convulsiones.
Sin embargo,
sin embargo,
sin embargo… lo
que intuyo ahora
se borrará mañana,
luego,
ahora,
apenas se haga pensamiento,
conciencia: estancia. Atrapamos
la sensación que invade las entrañas,
muy abajo,
muy adentro,
muy homogénea, la atrapamos
y la hacemos eso: “sensación”,
la nombramos,
la describimos… la perdemos. Ya
no es ella, ya no es eso, ya no es.
Aún está allí pero
no es lo que digo,
lo es apenas,
no es lo que oís,
no es eso, no
os fiéis,
no me fíes,
no te fío.

De nuevo cae la tarde,
mengua la luz.
Los colores del otoño vienen del oeste,
decía aquel poeta chino.
El mundo está en mí.
No me apartaré.
Acojo todos los colores, el
estío dentro de mi otoño,
porque sé que no
hay fin, que no habrá término.
Todo comienza y termina en mí.
Yo soy el infinito proyecto de mí misma
por encima de mí
me sobrevuelo.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Lo que aprendí de mi mente.

Para deshacerte de un pensamiento
sólo puedes aguantarle la mirada
hasta que te distraigas, y cuando acuerdes
sin notarlo se haya ido.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Rhythm and Poetry

Hoy por fin ha vuelto esa energía a mi pecho:
La ilusión y la fuerza pisoteando el miedo.
Mi mundo expandiéndose y mi mente creciendo.
Mis pies flotando y mis alas batiendo.

viernes, 23 de agosto de 2013

Crecer

Una mañana se levantó así, sin explicación alguna. Se había resignado a su nuevo aspecto, decían que ahora era mucho más bello, pero él preferia su anterior vida, mucho más tranquila y sosegada. Aun asi, pese a la resignación, a menudo se enfadaba por no poder entender lo sucedido. Aquel día se echó a dormir y algo ocurrió, que ya nada volvió a ser igual. Para colmo, desde aquel momento se referían a él de manera diferente, con un ridículo nombre: Le llamaban Mariposa.

domingo, 18 de agosto de 2013

La música, a veces.


Las flores son carcajadas de la Tierra.


"Eres pequeña, pero poderosa."


Desierto.


Colourful playita


Prueba de acuarela


Para ella.


"Yo soy la palmera que se dobla pero aguanta el huracán."


Real eyes realize real lies.


Cualquiera puede ser cualquiera.


Pasar las horas de sol a sol a solas.


No sé de qué me quejo si en el fondo así me inspiro.


En honor a algo de alguien...


Tic-tac, tic-tac...


Estrenando cuadernos la imaginación fluye mejor.


Guarreteos coloristas.


¿Porqué no?


Fuera de tu ombligo.


El pájaro de fuego necesita descansar.


La magia

La magia se encuentra en arrojarse al abismo
y descubrir que es una cama hecha de plumas.

Terence McKenna
   
    

Cada preocupación es un pesito que se amarra al corazón,
si no lo desatas pronto causará deformación.

Cada preocupación es un pesito que se amarra al corazón, si no lo desatas pronto causará deformación.

sábado, 17 de agosto de 2013

MAS ALLÁ DEL MURO DEL SUEÑO - H. P. Lovecraft

Me pregunto a menudo si la mayoría de la humanidad se ha parado alguna vez a pensar en la enorme importancia que aveces tienen los sueños, y en el oscuro mundo al que pertenecen. Aunque la mayor parte de nuestras visiones nocturnas no son quizá más que débiles y fantásticos reflejos de nuestras experiencias vigiles ——en contra de lo que sostiene Freud con su simbolismo pueril—, hay sin embargo algunas cuyo carácter extramundano y etéreo permite una interpretación excepcional, y cuyo efecto vagamente emocional e inquietante sugiere posibles atisbos de una esfera de existencia mental no menos importante que la vida física, aunque separada de dicha vida por una barrera infranqueable. Según mi experiencia, no cabe duda de que el hombre, una vez perdida la conciencia terrenal, reside en una vida incorpórea muy distinta de la vida que conocemos, de la qué, al despertar, sólo perduran los recuerdos más ligeros y confusos. De estos recuerdos fragmentarios y brumosos pueden inferirse muchas cosas, aunque es poco lo que se puede demostrar. Es posible adivinar que en la vida onírica, lo que la tierra entiende por vitalidad y materia no son realidades necesariamente constantes; y que el tiempo y el espacio no existen tal como nuestro yo vigil los comprende. A veces creo que esta vida menos material es nuestra vida más auténtica, y que nuestra vana presencia en el globo terráqueo es en sí misma un fenómeno secundario o meramente virtual. Despertaba yo, una tarde del invierno de 1901, de una ensoñación juvenil colmada de divagaciones de este género, cuando ingresaron en la institución estatal para enfermos mentales en la que trabajo como interno al hombre cuyo caso me ha venido obsesionando de manera incesante desde entonces. Su nombre, según figura en su historial médico, era Joe Slater, o Slaader, y su aspecto era el del típico habitante de la región de Catskill Mountain: uno de esos descendientes extraños y repugnantes de una raza de campesinos coloniales cuyo aislamiento durante casi tres siglos en una región montañosa y poco transitada les ha hundido en una especie de bárbara degeneración, en vez de progresar con sus hermanos  mas afortunadamente asentados en distritos con cierta densidad de la población. Entre esas gentes extrañas, que equivalen justamente al elemento decadente de la «chusma blanca» del sur, no existe la ley ni la moral; y su nivel mental se encuentra sin duda por debajo del de cualquier sector de la población nativa americana. Joe Slater, que llegó a la institución bajo la vigilante custodia de cuatro policías estatales y fue calificado de persona sumamente peligrosa, no dio muestras de peligrosidad alguna la primera vez que le vi. Aunque de estatura bastante superior a la media, y de constitución algo musculosa, tenía un absurdo aspecto de inofensiva estupidez debido al azul pálido y soñoliento de sus ojillos aguanosos, su barba rala, descuidada y amarilla, y un grueso labio inferior que le colgaba con indiferencia. Se desconocía su edad, ya que estas gentes carecen de censos vecinales y de lazos familiares permanentes; pero por la calvicie de la parte delantera de su cabeza, y el estado de deterioro de sus dientes, el cirujano jefe le inscribió como hombre de unos cuarenta años. Por los informes médicos y judiciales nos enteramos de cuanto se había podido recoger sobre su caso; este hombre, vagabundo, cazador y trampero, había sido siempre un extraño a los ojos de sus primitivos camaradas. Solía dormir más de lo corriente; y al despertar hablaba a menudo de forma tan singular sobre cosas que nadie sabia, que inspiraba temor aun en los corazones de un populacho sin imaginación. No es que su lenguaje fuese insólito en absoluto, pues jamás hablaba si no era en el degradado dialecto de su ambiente; pero el tono y tenor de sus expresiones eran de tan misteriosa extravagancia, que nadie podía escucharle sin aprensión. Por lo general, él mismo se mostraba tan aterrado y perplejo como sus oyentes, y una hora después de despertar había olvidado cuanto había dicho, o al menos las razones que le habían impulsado a decirlo, cayendo en una normalidad bovina, semiafable, como la de los demás habitantes de los montes.
 A medida que Slater se fue haciendo mayor, al parecer, sus aberraciones matutinas se hicieron más frecuentes y violentas; hasta que alrededor de un mes antes de su llegada a la institución sucedió la espantosa tragedia que motivó su detención. Al despertar un mediodía del profundo sueño en que cayera sobre las cinco de la tarde del día anterior a causa de una orgía de whisky, el hombre empezó de repente a proferir unos aullidos tan espantosos y terribles, que atrajeron a varios vecinos a su choza: una pocilga inmunda donde convivía con una familia tan  indescriptible como él. Saliendo precipitadamente a la nieve, alzó los brazos y comenzó a dar saltos en el aire, gritando que quería llegar a una «cabaña grande, grande, de techo, paredes y suelo resplandecientes, y una música lejana y singular». Cuando trataron de sujetarle dos hombres de regular estatura, se debatió con fuerza maníaca, gritando que quería y necesitaba buscar y matar a cierto «ser que brilla y tiembla y se ríe». Finalmente, tras derribar a uno de los que le sujetaban con un golpe repentino, se abalanzó sobre el otro en un demoníaco y sanguinario frenesí, gritando de forma enloquecedora que saltaría «muy alto y abrasaría cuanto se opusiera a su paso>>.  La familia y los vecinos habían huido aterrados; y al  regresar los más valerosos, Slater había desaparecido, dejando tras él una masa pulposa e irreconocible que una hora antes había sido un ser humano. Ninguno de los montañeses se
había atrevido a seguirle, y probablemente se hubieran alegrado si hubiese muerto de frío; pero cuando, días después, oyeron sus alaridos en un barranco lejano, comprendieron que había logrado sobrevivir, y que, de una forma o de otra, había que eliminarle. A continuación se había organizado una cuadrilla de búsqueda que (fueran cuales fuesen sus intenciones) se convirtió en pelotón del sheriff cuando uno de los miembros de la escasa policía montada del estado vio casualmente a los buscadores, les interrogó y se unió
finalmente a ellos. Al tercer día encontraron a Slater inconsciente en el hueco de un árbol, y lo llevaron a la cárcel más próxima, donde lo reconocieron los alienistas de Albany tan pronto como volvió en si. Les contó una historia muy simple. Dijo que una tarde, hacia la puesta de sol, se había acostado después de haber  bebido en exceso. Se había despertado de pie en la nieve, delante de su cabaña, con las manos ensangrentadas y el cadáver destrozado de su vecino Peter Slader a sus pies. Horrorizado, había echado a correr hacia los bosques en un vago esfuerzo por huir de la escena de lo que sin duda había sido su crimen. Aparte de esto, parecía no saber nada más; el experto en interrogatorios tampoco pudo sacar en claro un
 solo dato más. Esa noche Slater durmió tranquilo, y a la mañana siguiente despertó sin ningún síntoma particular, salvo cierta alteración en su modo de hablar. El doctor Barnard, que había estado observando al paciente, creyó notar en sus ojos azul pálido cierto brillo especial, y una tirantez en sus labios fláccidos
apenas perceptible, como debida a una determinación inteligente. Pero al interrogarle, Slater cayó de nuevo en su habitual embotamiento de montañés, y se limitó a repetir lo que había dicho el día anterior.
Al tercer día por la mañana ocurrió el primero de los ataques mentales del hombre. Tras manifestar ciertos
síntomas de desasosiego durante el sueño, estalló en un acceso frenético tan tremendo que hicieron falta cuatro hombres para ponerle la camisa de fuerza. Los alienistas escucharon sus palabras con profunda atención, dada la enorme curiosidad que habían despertado en todos ellos las sugestivas historias, casi todas contradictorias e incoherentes, que habían contado su familia y sus vecinos. Slater estuvo desvariando durante más de un cuarto de hora, balbuceando en su tosco dialecto sobre verdes edificios de luz, océanos de espacio, extrañas músicas, y montes y valles sombríos. Pero sobre todo, se demoró hablando de cierta entidad misteriosa y resplandeciente que temblaba y reía y se burlaba de él. Esta entidad, inmensa y vaga, parecía haberle infligido un daño terrible, y era su deseo supremo matarla en triunfal venganza. Para lograrlo, decía, ascendería por encima de los abismos del vacío, abrasando cuantos obstáculos se interpusieran en su
 camino. Por esos derroteros corría su discurso, cuando cesó de la forma más inesperada. Se apagó en sus ojos el fuego de la locura, se quedó mirando con asombro a sus interrogadores, y les preguntó por qué le tenían atado. El doctor Barnard le quitó el arnés de cuero y no se lo volvió a poner hasta la noche, en que logró convencer a Slater para que se lo colocara voluntariamente, por su propio bien. El hombre había admitido ahora que a veces hablaba de manera extraña, aunque no sabía por qué. En el curso de una semana sufrió dos ataques más, aunque los doctores no lograron averiguar nada. Sin embargo, especularon extensamente sobre el origen de las visiones de Slater, ya que, como no sabía leer ni escribir, y.al parecer no
había oído contar jamás una sola leyenda ni cuento de hadas, su espléndida imaginación resultaba totalmente inexplicable. El hecho de que el desventurado lunático se expresara sólo en su lenguaje simple probaba claramente que aquello no lo había sacado de ninguna fábula ni mito conocidos. Desvariaba sobre cosas que no entendía ni era capaz de interpretar; cosas que él pretendía saber, pero que no podía haber conocido a través de un relato coherente y normal. Los alienistas coincidieron muy pronto en que el fundamento de
 su perturbación estaba en sus sueños anormales; sueños cuya viveza podía llegar a dominar por completo, durante un rato, la mente vigil de este hombre básicamente inferior. Slater fue juzgado por homicidio con el debido rigor, se le absolvió a causa de su demencia, y fue internado en la institución en la que yo ocupaba una modesta plaza.
 He dicho ya que soy un constante especulador sobre la vida onírica, de modo que es fácil imaginar la ansiedad con que me dediqué al estudio del nuevo paciente, tan pronto como comprobé la veracidad de su caso. Él pareció percibir cierta simpatía en mí, consecuencia sin duda del interés que yo no podía ocultar, y de la manera afable con que le preguntaba. No llegó a reconocerme nunca durante sus ataques, en los que
yo escuchaba con el aliento contenido sus descripciones caóticas, aunque cósmicas; pero me conocía en sus horas de tranquilidad, cuando permanecía sentado junto a su ventana enrejada, trenzando cestos de paja y de sauce, tal vez con el  pensamiento puesto en la libertad de las montañas que quizá no volvería a disfrutar. Su familia no fue jamás a visitarle; probablemente porque había encontrado a otro jefe temporal, según es costumbre en esas gentes decadentes de las montañas.
Poco a poco, empecé a sentir una abrumadora admiración por las locas y frenéticas concepciones de Joe Slater. En si mismo, el hombre era lastimosamente inferior, tanto desde el punto de vista mental como lingüístico; pero sus visiones espléndidas y gigantescas, aunque descritas en una jerga bárbara e incoherente, eran de tal naturaleza que sólo un cerebro excepcional y superior sería capaz de concebir. ¿Cómo, me preguntaba a menudo, la embotada imaginación de un degenerado de Catskill era capaz de evocar visiones
cuya sola posesión implicaba una latente chispa de genio? ¿Cómo había podido alcanzar un rústico palurdo nada menos que una idea de esas regiones luminosas y excelsas del espacio de las que hablaba Slater en sus furiosos delirios? Cada vez me sentía más inclinado a creer que en la personalidad que se humillaba ante mí se encontraba el núcleo perturbado de algo que escapaba a mi entendimiento, de algo que estaba infinitamente más allá de la comprensión  de mis colegas más expertos, aunque médica y científicamente
menos imaginativos que yo. Y sin embargo, no conseguía sacar nada en concreto de este hombre. El resumen de toda mi investigación era que Slater vagaba o flotaba en una especie de vida Onírica
 semicorporal por espléndidos y prodigiosos valles, prados, jardines, ciudades y palacios de luz, en una región ilimitada y desconocida para el hombre; que allí no era un campesino y un degenerado, sino una criatura importante y de vida intensa que se desenvolvía de forma orgullosa y dominante, y sólo la obstaculizaba determinado enemigo mortal, una entidad visible al parecer, aunque de constitución etérea y carente de forma humana, ya que Slater jamás la mencionaba como si fuese un hombre ni cosa alguna, sino como el ser. Y este ser le había infligido a Slater alguna clase de daño espantoso pero desconocido, del que el maníaco (si es que era maníaco) ansiaba vengarse.
 Por el modo en que Slater aludía a sus relaciones, supuse que él y el ser luminoso se habían enfrentado en igualdad de condiciones; que en su existencia onírica, el hombre era también un ser luminoso de la misma raza que su enemigo. Esta impresión la confirmaban sus frecuentes referencias a volar por el espacio y abrasar lo que se interpusiese en su camino. No obstante, tales ideas las formulaba en unos términos rudimentarios y totalmente inapropiados para expresarlos, circunstancia que me llevó a la conclusión de que
 si existía efectivamente un mundo onírico, el lenguaje oral no era su medio de transmisión de pensamientos. ¿Sería quizá, que el alma soñadora que habitaba este cuerpo inferior estaba luchando desesperadamente por decir cosas que la lengua simple y defectuosa de la torpeza no era capaz de expresar? ¿Acaso me encontraba ante emanaciones intelectuales que podían explicar el misterio, con tal de que fuese yo capaz de
 aprender a descubrirlas y leerlas? No dije nada de todo esto a los médicos mayores que yo, pues la madurez es escéptica, cínica, y está poco dispuesta a aceptar ideas nuevas. Además, el director de la institución me había advertido últimamente, con su tono paternal, que trabajaba demasiado; que mi cabeza
 necesitaba descansar.
Yo tenía desde hacia tiempo la convicción de que el pensamiento humano está compuesto fundamentalmente de emociones moleculares capaces de convertirse en ondas o radiaciones de energía como el calor, la luz y la electricidad. Esta creencia me había llevado muy pronto a pensar en la posibilidad de establecer comunicación telepática o mental por medio de un aparato adecuado, y en mis tiempos de la universidad había confeccionado un juego de aparatos transmisores y receptores, en cierto modo semejantes a los voluminosos artilugios utilizados en la telegrafía sin hilos de esa época rudimentaria anterior a la radio. Los había probado con un compañero de estudios, aunque no había conseguido ningún resultado positivo; luego los había empaquetado y arrinconado, junto con otros chismes científicos, por si me hacían falta más adelante. Ahora, en mi intenso deseo de sondear la vida onírica de Joe Slater, busqué estos instrumentos otra vez, y me pasé varios días reparándolos para ponerlos en funcionamiento. Cuando los tuve a punto nuevamente, no perdí ocasión de probarlos. Cada vez que Joe Slater sufría un acceso, acoplaba el transmisor en su frente y el receptor en la mía, efectuando constantes y delicados ajustes para distintas e hipotéticas longitudes de onda de energía mental. Yo tenía muy poca idea, caso de que se produjera dicha transmisión, de cómo las señales mentales emitidas despertarían una respuesta inteligente en mi cerebro; pero estaba convencido de que podría percibirías e interpretarlas. De modo que seguí adelante con mis experimentos, aunque sin informar a nadie de su naturaleza.
Y el veintiuno de febrero de 1901, ocurrió. Al pensar en ello ahora, después de tantos años, me doy cuenta de lo inverosímil que parece, y a veces me pregunto si el doctor Fenton no tenía razón cuando lo atribuyó todo a mi excitada imaginación. Recuerdo que me escuchó con gran amabilidad y paciencia cuando se lo conté, pero después me dio unos polvos sedantes, y me concedió medio año de vacaciones, de las que empecé a disfrutar a la semana siguiente. Aquella noche fatídica me sentía enormemente inquieto y preocupado, ya que a pesar de los excelentes cuidados que Joe Slater recibía, se moría de manera inequívoca. Quizá era la nostalgia de su libertad en las montañas lo que le consumía;  o puede que el trastorno de su cerebro se había vuelto demasiado agudo para poderlo soportar su organismo  indolente; el caso es que la llama de la vitalidad se iba apagando en aquel cuerpo decadente. Cayó en un sopor al  acercarse el final, y al anochecer se sumió en un sueño inquieto.
No le puse la camisa de fuerza, como era costumbre cuando dormía, ya que le vi demasiado débil para que se pusiese peligroso, aun cuando sufriera un acceso de violencia antes de expirar. Pero ajusté en su cabeza y en la mía los dos extremos de mi «radio» cósmica, esperando, contra toda esperanza, un primer y último mensaje del mundo de los sueños, en el escaso tiempo que quedaba. En la celda, con nosotros, estaba un enfermero, un tipo mediocre que no entendía el objeto de mi aparato, ni se le ocurrió preguntarme qué estaba haciendo. Pasadas algunas horas, le vi inclinar pesadamente la cabeza vencido por el sueño, pero no le molesté. Yo mismo, sosegado por las rítmicas respiraciones del hombre sano y del moribundo, empecé a cabecear poco después. El rumor de una melodía lírica y misteriosa me despabiló. Cuerdas, vibraciones, armonías extáticas resonaban apasionadamente en todas partes, en tanto que, ante mis ojos arrobados, irrumpía un prodigioso espectáculo de absoluta belleza. Muros, columnas y arquitrabes de fuego viviente
 resplandecían cegadores alrededor del lugar donde yo parecía flotar en el aire, y se elevaban hasta una cúpula de altura infinita e indescriptible esplendor. Mezclándose con este alarde de radiante magnificencia, o más bien suplantándolo periódicamente en calidoscópica rotación, surgían fugaces visiones de inmensas llanuras y valles graciosos y altísimas montañas y grutas seductoras, todo ello adornado con los atributos más encantadores que mis fascinados ojos eran capaces de concebir, aunque formado de una sustancia plástica, esplendorosa y etérea, que participaba tanto del espíritu como de la materia. Mientras miraba, me di cuenta de que en mi propio cerebro estaba la clave de estas encantadoras metamorfosis; pues cada paisaje que se me aparecía era el que mi mente cambiante deseaba contemplar.
En medio de estas regiones elíseas, yo no era un extraño; pues cada visión y sonido me era familiar; como lo había sido antes, durante innumerables evos de eternidad, y lo seguiría siendo eternamente en el futuro.
Luego se acercó el aura resplandeciente de mi hermano de luz y entabló un coloquio conmigo, de alma a alma, en mudo y perfecto intercambio de pensamientos. Era la hora del triunfo inminente; pues, ¿acaso no iba a escapar al fin para siempre mi compañero de la periódica y degradante esclavitud, y se disponía a seguir al maldito opresor hasta los supremos campos del éter, desde los cuales podía lanzar una venganza
cósmica y abrasadora capaz de hacer estremecer las esferas?
Estuvimos flotando así algún tiempo, hasta que percibí un leve emborronamiento de los objetos que nos rodeaban, como si una fuerza me llamase a la tierra... que era adonde menos deseaba yo ir. La forma que estaba cerca de mi pareció sentir el mismo cambio también, ya que gradualmente llevó su discurso hacia una conclusión, se dispuso a abandonar el escenario, y desapareció de mi vista algo menos rápidamente de como lo habían hecho los demás objetos. Intercambiamos unos cuantos pensamientos más, y supe que el ser luminoso y yo debíamos volver a la esclavitud, aunque para mi hermano de luz sería la última vez. Casi consumido su doloroso caparazón terrestre, mi compañero tardaría menos de una hora en liberarse, y estar en disposición de perseguir al opresor a lo largo de la Vía Láctea y más allá de las estrellas, hasta los mismos confines del infinito. Un impacto muy definido separa mi impresión final del evanescente escenario luminoso respecto de mi súbito y algo avergonzado despertar y enderezamiento en la silla, al ver moverse de manera vacilante la agónica figura de la cama. En efecto, Joe Slater se estaba despertando, aunque quizá por última vez. Al observarle con más atención, vi que en sus flacas mejillas brillaban unas manchas de color que nunca había tenido. Sus labios, también, parecían extraños: los tenía muy apretados, como por la fuerza de un carácter más enérgico que el que siempre había manifestado el paciente. Por último, empezó a ponérsele la cara tensa, y volvió la cabeza desasosegadamente y con los ojos cerrados. No desperté al enfermero dormido, sino que volví a ajustarle el casco de mi «radio» telepática, que se le había ladeado ligeramente, dispuesto a captar cualquier mensaje de despedida que el soñador pudiera emitir. De pronto, volvió la
cabeza con energía hacia mi, con los ojos abiertos, y me quedé mirándole con asombro. El hombre que había sido Joe Slater, el decadente de Catskill, me observaba con ojos luminosos y dilatados cuyo azul parecía haberse vuelto sutilmente más profundo. En aquella mirada no se percibía rastro alguno de locura ni de degeneración, y tuve la certeza de que estaba viendo un semblante tras el que había una mente activa de primer orden. En esta coyuntura, mi cerebro tuvo conciencia de estar recibiendo una influencia firme y externa. Cerré los ojos para concentrar más profundamente mis pensamientos, y vi recompensado este esfuerzo por el conocimiento positivo de  que mi tanto tiempo anhelado mensaje mental había llegado al fin. Cada idea transmitida adquirió forma rápidamente en  mi mente; y aunque no se utilizó ningún lenguaje real, mi  habitual asociación de concepción y expresión fue tan grande que me pareció recibir el mensaje en inglés ordinario. Joe Slater ha muerto —me llegó la voz paralizadora de  un agente de más allá del muro del sueño. Mis ojos abiertos buscaron el lecho del dolor con horrorizada curiosidad, pero los ojos azules aún me miraban serenamente, y el semblante aún estaba animado por la inteligencia—. Es mejor que haya muerto, ya que no estaba preparado para contener el intelecto activo de una entidad cósmica. Su cuerpo grosero no ha podido soportar los ajustes necesarios entre la vida etérea y la vida planetaria. Era demasiado animal, demasiado poco humano; sin embargo, gracias a su deficiencia, has llegado tú a descubrirme, ya que las almas cósmicas y las planetarias no deberían encontrarse jamás. El ha sido mi tormento y mi prisión diurna durante cuarenta y dos de vuestros años terrestres.
«Soy una entidad como aquella en la que tú mismo te conviertes cuando duermes libremente sin sueños. Soy tu hermano de luz, y he flotado contigo por los valles resplandecientes. No me está permitido hablar al yo vigil de tu ser real; pero somos vagabundos de los espacios inmensos y viajeros de los vastos períodos de tiempo. Quizá, el añopróximo, esté yo morando en el Egipto que vosotros llamáis antiguo, o en el imperio cruel de Tsan Chan, que llegará dentro de tres mil años. Tú y yo hemos vagado por los mundos que giran en torno al rojo Arcturus, y hemos vivido en los cuerpos de los filósofos-insectos que se arrastran orgullosos sobre la cuarta luna de Júpiter. ¡Qué poco conoce el yo terrestre la vida y sus dimensiones! ¡Qué poco, en
efecto, debe saber, para su propia tranquilidad!
«No puedo hablar del opresor. Los de la tierra habéis notado inconscientemente su lejana presencia... vosotros, que sin saberlo disteis ociosamente el nombre de Algol, la estrella del Demonio a ese faro parpadeante. Durante evos interminables he intentado en vano enfrentarme y vencer al opresor, retenido por ataduras corporales. Esta noche voy como una Némesis portando justa y abrasadoramente la venganza cataclísmica. Mírame en el cielo, muy cerca de la estrella del Demonio.
«No puedo seguir hablando, ya que el cuerpo de Joe Slater se está quedando frió y rígido, y el tosco cerebro está dejando de vibrar como yo quiero. Has sido mi único amigo en este planeta, la única alma que me ha sentido y me ha buscado en la repugnante forma que yace en este lecho. Nos veremos otra vez, quizá en las brillantes brumas de la Espada de Orión, quizá en una meseta desolada del Asia prehistórica, quizá en
sueños no recordados esta noche, o bajo alguna otra forma, en los evos venideros, cuando el sistema solar haya dejado de existir».
 En ese instante se interrumpieron bruscamente las ondas de pensamiento, y los pálidos ojos del soñador
—¿o debo decir del hombre muerto?— comenzaron a vidriarse como los de un pez. Medio estupefacto, me acerqué a la cama y le cogí la muñeca, pero la encontré fría, rígida, sin pulso. Volvieron a palidecer las mejillas, y se abrieron los gruesos labios revelando los dientes repulsivamente corroídos del degenerado Joe Slater. Me sacudió un escalofrío; eché una manta sobre el rostro espantoso, y desperté al enfermero. Luego salí de la celda y me fui en silencio a mi habitación. Sentía un inexplicable y repentino deseo de dormir y soñar cosas que no debo recordar.
 ¿El clímax? ¿Qué informe puramente científico puede presumir de tal efecto retórico? Me he limitado a consignar ciertos hechos que considero reales, para dejar que vosotros los interpretéis a vuestro gusto. Como he reconocido ya, mi director, el doctor Fenton, niega que sea real lo que he relatado. Jura que sufrí una crisis nerviosa, y que necesitaba muchísimo esas largas vacaciones pagadas que tan generosamente me concedió. Me asegura por su honor profesional que Joe Slater era un paranoico profundo, cuyas fantásticas ideas debían provenir de toscas historias que siempre se transmiten de generación en generación, aun en las
comunidades más decadentes. Todo eso me dice... sin embargo, no puedo olvidar lo que vi en el cielo, la noche siguiente a la muerte de Slater. Para que no me creáis un testigo parcial, dejo que otra pluma añada este testimonio final, que quizá aporte ese clímax que esperabais. Cito literalmente la reseña sobre la estrella Nova Persei de las páginas de esa eminente autoridad en astronomía que es el profesor Garret P. Serviss:
«El 22 de febrero de 1901, el doctor Anderson de Edimburgo descubrió una nueva y maravillosa estrella, no muy lejos de  Algol. Hasta ahora, no se había visto estrella alguna en ese punto. Dentro de veinticuatro horas, la desconocida había adquirido tal brillo que había superado el resplandor de Capella. En el plazo de una semana o dos, había menguado visiblemente, y en el curso de unos meses apenas se distinguía a simple vista>>.

jueves, 15 de agosto de 2013

Nietzsche

Quien con monstruos lucha
cuide de no convertirse a su vez en un monstruo.
Cuando miras largo tiempo a un abismo,
también éste mira dentro de ti.

28 de julio de 2013

El cielo se torna
dorado y llueve,
como mi ojos
algunas veces.

La enamorada del Viento

El más hermoso de los sentimientos,
en la soledad que la acompañaba,
era su amor secreto
basado en una leyenda lejana.


Ella había oído
hablar de un joven muchacho
que no entendía el Porqué ni el Cómo,
pero hacía por descifrarlo.

Había olido sus rizos
ondeando en el desierto
y había sabido que él era
el Espíritu del Viento.

En la noche lanzaba besos,
poesías y viejas canciones;
luego dormía soñando
que se cumplían sus oraciones.

“Nadie puede atesorar
al libre y errante Viento”
Decía su madre a la niña
cuando la veía sufriendo.

“Pero yo no quiero encerrarlo,
apresarlo o retenerlo.
Quiero saber qué esconde,
qué motivo impulsa su vuelo.

Ver al amor de cerca:
aprehenderlo, conocerlo.
Explorar nuestros límites,
acompasar nuestro vuelo."

Las dimensiones tras el espejo.

Llegan momentos en que la vida cansa, los días transcurren y pasan sin dejar rastro, un sinsentido se prolonga con cada amanecer y la agonía del peso del deber, de la avaricia, de la envidia, de la eterna competición, de los celos, y de la auto culpa ha formado a ser parte de tu propio cuerpo.
Vagas sin rumbo como un gigante que apenas puede sostenerse erguido bajo la presión de un enorme dedo acusador, arrastrando cada paso con la esperanza de encontrar un día el abismo.

¿Porqué pesa la vida? ¿No debiera ser ligera y grácil como una pluma, o como una sonrisa sincera? Pero si la sonrisa no es sincera se vuelve puro hielo, frío metal, dura como descubrir que el amor de tu vida no te corresponde. Se vuelve gélida, se pausa en un hilo de maldad condensada. Cuando la sonrisa no es sincera los ojos se clavan como dardos y el corazón se encoje, atemorizado por el descaro de esos dientes y esos labios que sólo expiran humo denso.

Vejez

Llegará un día en que no seamos más que un manojo de recuerdos y lágrimas, en el que nuestras manos tiemblen y el corazón se derrita como la cera. Las arrugas de nuestro rostro contarán la historia de nuestro temperamento. Entonces no existirá la vergüenza ni el miedo,
y contaremos nuestro tiempo con los dedos.
Por dentro eres el mismo, sólo por fuera has cambiado. En estos años has aprendido, has errado, has madurado, pero aún encuentras al niño que siempre protegiste en secreto, ese que te susurraba cuál era el camino correcto, quien sostuvo tu pureza y alimentó tu sonrisa. Quien encontró tranquilidad en esta vida llena de prisas.
Llegará un día en el que nuestro corazón sea examinado y será mejor que no mantengas tu amor guardado, cada día sobre la tierra será colocado en una balanza y valorado según el amor que expendieras durante tu andanza.
Pero antes de eso sufrirás la vejez, sin belleza estereotípica, sin agilidad, sin remedio aparente.
Sufrirás de soledad, abandono y rechazo de tu gente. Tus huesos, desgastados; tus ojos cansados. Tu pecho alegre no se corresponde con las posibilidades que ofrece un cuerpo ajado.

lunes, 12 de agosto de 2013

Reflexión sobre mí.

No sé en que momento pasó, pero de pronto mi cielo estaba en el suelo y viceversa; el amor se hizo a un lado y empecé a conocer la tristeza. Se me escapó el valor, se fue allá donde haya ido mi entereza. Escaparon con mis ganas, mis alas y mi cabeza. Las malas energías se apoderaron de mis sueños, empecé a verlos imposibles y tratarlos con desdeño. Caí en lo hondo y busqué medidas desesperadas, dejé de amar a la vida y quería abandonarla. Las manos de mi familia vinieron a socorrerme, me hicieron ver la salida, pensar positivo y barajar opciones. Desde el lodo me prometí avanzar y no estancarme; crecer, aprender, revivir y de ello nutrirme.

viernes, 17 de mayo de 2013

Librar la batalla I

¿Es que ya no sé vivir?
¿Es que se me ha olvidado?
Ando arrastrando las alas
en un exilio voluntario.

¿Es que no me da vergüenza?
¿Es que tanto he cambiado?
Necesito hacerme a mi misma,
reconstruir del suelo al tejado.

¿Porqué pesa mi espalda?
¿Porqué se entumecen mis manos?
Si andar se ha vuelto difícil,
volar ya ni pensarlo.

Hola, ¿hay alguien ahí?
¿me podéis echar una mano?
Me he perdido y no sé
cuál es el siguiente paso.

jueves, 4 de abril de 2013

Paradise Circus

Estiro mi cuerpo y suavemente me dejo llevar por el sonido. Me transportan largos toboganes de seda, amplios y coloridos, ondeantes como banderas en representación de la Vida. Me deslizo sin resistencia, cerré mis ojos pero puedo ver.  Las bandas de tejido danzan sensualmente, se entrelanzan y desenredan al ritmo que el suave Viento marca. A mi alrededor florecen flores sin necesidad de tallo, suspendidas en el aire primero y uniéndose a la coreografía después. Nenúfares flotan a mi alrededor mientras llueven pequeños pétalos. Respiro y siento olor de jazmín e incienso penetrar mis poros. La fragancia me envuelve y acuna mi alma. Ahora siento que estoy desnuda como nunca lo había estado. Doy vueltas sobre mi misma, me acurruco y me estiro de nuevo sintiendo la caricia de la seda sobre mi piel. En mi pecho siento fuego y una energía que va creciendo. Mi cuerpo es liviano, y más fuerte que nunca, siento que pudiera volar sin necesidad de alas. Ahora no sé qué significa miedo, y me dejo caer con los brazos abiertos, pero me elevo sin esfuerzo y con un par de movimientos tomo rumbo al Sol.
 

domingo, 24 de febrero de 2013

sábado, 23 de febrero de 2013

Como peces sumergidos en un mar de besos, de versos.


Nadamos creyéndonos autores de nuestros movimientos 
ajenos a la gran corriente que encauza nuestros caminos.
Nunca sabemos dónde desembocará este lío
pero tenemos la certeza de que se cumplirá nuestro destino.
No será productivo si nadas en otro sentido
que no sea el de amar al otro y aprehender lo aprendido.
Saldrán llagas en tus manos de acariciar cactus y espinos,
tus mejillas se irritarán y quizá tiemblen tus tobillos,
pero no olvides nunca buscar el equilibrio,
acariciar a los pequeños y sonreir a los desconocidos.

lunes, 18 de febrero de 2013

Hoy

Merece la pena sentarte a respirar por un segundo y tratar de comprender que la Sabiduría de la Vida nos conduce a lugares insospechados. Y tener Fé en que un día todo cobrará sentido, porque nuestra prisa no afecta al natural desenvolvimiento de las cosas.

Verdad

Se hace más fácil amar al prójimo anónimo
que a tu vecino más próximo.

sábado, 16 de febrero de 2013

Como de las cenizas renace el Ave Fénix.

Y a ese Amor ciego, medio desplumado y malherido le salieron las Alas más grandes y brillantes que jamás habían volado sobre la Tierra. Su vigoroso Vuelo se asemejaba al del Viejo Amor, lo cual no era de extrañar, pues Éste era su Padre.

lunes, 11 de febrero de 2013

Sabiduría Hopi

No veo error alguno en las cosas que puedas decir, hacer, sentir, ni creer, porque entiendo que te estás honrando a tí mismo al hacer lo que consideras verdad para ti.

No puedo recorrer la vida con tus ojos, ni verla a través de tu corazón. No he estado donde tú has estado ni he experimentado, ni he visto la vida desde tu perspectiva única.

Te aprecio exactamente como te percibo, expresando tu propia y singular chispa de la Conciencia Infinita, buscando encontrar tu propia forma individual de relacionarte con el mundo.

Sin reserva ni duda te dejo hacer cada elección, para que aprendas de la forma que te parezca apropiada.

Resulta vital que descubras y vivas tu propia persona y no alguien que yo u otros piensen que deberías representar.

viernes, 25 de enero de 2013

miércoles, 23 de enero de 2013

Fotografía.

Fotografío sensaciones, instantes y sentimientos:
Una sonrisa espontánea, el agua en movimiento,
la curiosidad de un niño, las sabias arrugas de un viejo,
una tímida florecilla y hasta el salto de un perro.
Hago fotos a los pájaros, para aprender de su vuelo,
también fotografío las manos, los ojos y los cabellos.
Siempre me han preguntado, qué es lo que veo en eso,
y es que en los detalles ves la verdad del universo.

lunes, 21 de enero de 2013

Creímos saber de la vida, pero no sabíamos nada.

Sentada sobre el cuerpo de un árbol ya fallecido
observaba la ciudad de lejos, (por suerte no oía su ruido).

Me mecía la fría mano de la noche recién nacida,
y desde la sombra contemplaba las calles llenas de vida.

En el valle se oía el murmullo de las cabras con su discurso,
lo demás era paz y silencio, estrellas, hierba y capullos.

Pensé que lo peligroso estaba entre la multitud
y que muchas personas temerían la montaña si no hay luz.

Qué engañados vivimos, cuánta energía malgastamos
por no darnos cuenta de que lo más importante era lo que destrozamos.

Shhh

Cuando tengas tantas preguntas que tu cabeza se hinche hasta alcanzar el tamaño de un elefante,
cuando por tus orejas salga humo como si de una locomotora de tratara,
cuando tu lengua esté enredada en un nudo imposible,
cuando tus ojos estén tan mareados que sólo sepan mirar hacia dentro,
cuando tus pies y tus manos pesen como gigantescos yunques,
cuando tu espalda se doble en ángulo recto y tengas que hacer piruetas para mirar al cielo,
cuando tus lágrimas decidan que es hora de recorrer tus mejillas y tu voz tiemble hasta extinguirse
busca el lugar más natural que encuentres, siéntate sobre tierra y respira con los ojos cerrados largo rato.

Porque la vida grita respuestas mientras nosotros preguntamos, y no callamos ni escuchamos.

domingo, 20 de enero de 2013

Por primera vez

Por primera vez conocimos
al amor con la cara lavada,
sin el maquillaje de un hogar roto,
sin la máscara de la desconfianza.
Por primera vez andamos
hombro con hombro sin amarrarnos,
y mano con mano mientras volábamos.
Por primera vez
besamos el beso
y amamos.
Por primera vez hablamos
con el corazón abierto
y los ojos cerrados.


lunes, 14 de enero de 2013

"Aquí"

Aquí el tiempo corre a otras velocidades,
lo vivimos todo como la primera vez.
No olvidamos las desgracias ni los males
pero no dejamos que nos impidan crecer.

martes, 8 de enero de 2013

Together we're invincible.

Llegó el tiempo de liberar tus sueños. Su carcelero el miedo se debilita por momentos. Los nudos se deshacen, los candados se abren, tus sentidos entumecidos comienzan a despertarse. Tomas conciencia de ti mismo, tus fortalezas y debilidades. Toca enfrentarse al monstruo, saltar al abismo, hacerse grande. Toca emprender el camino, coger las riendas, pulir el diamante.

Málaga 17.12.12

Las grandes ciudades deshumanizan.
Dejamos de ponernos caras y nombres 
para vernos unos a otros como individuos molestos, 
maniquíes sin vida, 
corriendo de un lado a otro,
entorpeciéndonos.
Adiós, compasión.
Una señal de tráfico importa más
que un ser humano.
Empujamos, pitamos, gritamos, miramos mal;
y en nuestro egoísmo preguntamos,
con los ojos cerrados,
qué le está pasando al mundo.
Pero mientras exista la posibilidad 
de echarle la culpa a otro
siempre habrá
culpables clamando al cielo
e inocentes sufriendo todo su daño.

Málaga 17.12.12

Sería tan bello que los viajeros
intercambiasen sus historias,
que se deshiciesen en sentimientos puros
y sinceras palabras.
Desconocidos que abrieran su pecho
e intercambiaran hechos,
que rompieran a llorar o a reír
poniéndose en la piel del otro.
No volver a verse luego,
porque el aprendizaje dura
lo que tarda el transporte en finalizar su ruta.
Y despedirse sabiendo
que fue breve pero intenso.
Y que aprendieron más en ese encuentro
que en los años de colegio.
La meta es aprender de otros caminos,
porque el nuestro
tenemos toda la vida para descubrirlo.
Ser más humanos,
y en un pequeño gesto
mejorar el mundo
expirando amor.