Luna creciente, mundo menguante.

¿Dónde vas, luna, con tanta prisa?
Déjame esta noche observar tu belleza.
Desde abajo imagino tu enorme sonrisa
y contemplo tu elegancia y tu delicadeza.

Cerebro

Qué cosa más curiosa. Qué llena de sorpresas. Nunca sabes qué saldra de una caja como esa. Ahora una idea, luego un temor, más tarde una risa y después un poema de amor. Hay quien lo usa poco, la verdad es que yo lo veo bastante útil. Lo uso como colador y clasificador portátil. Me gusta alimentarlo bien, para que crezca sano: veo fotos, escucho música. Pero tengo que tener cuidado porque cuando me descuido sale volando! Sí. Se debe tener cuidado, hay muchos virus por ahí fuera pululando. Que si música enlatada, que si fútbol, gran hermano... Es un campo de minas la sociedad que hemos creado!

Abogo por la pureza

Nos volvimos cobardes. Agachamos la cabeza y soltamos las riendas para unirnos a la corriente de aire. Preferimos pintar nuestras alas del color del que sopla que mantenerlas blancas. Y disimulamos las modas en avances, lo aunténtico en anticuado para no sentirnos un producto más del mercado. Dónde quedó la lucha y el dar la cara, el depositar toda tu confianza, la cara lavada.
Ya no conquistamos cimas con los ojos brillantes; los sueños, ahora, son reenes que mueren lentamente. Las hojas caducas tan elegantes en su desplazamiento, por más que se esfuercen sólo llegarán al suelo o a donde quiera el viento. Pero el pájaro, en su vuelo marca la ruta, el principio y final del trayecto, sobrepasa obstáculos y consigue el objetivo. ¿Y conoces alguno que se haya vendido?

(A vosotros)

Porqué dos a dos

Todos tenemos siempre un niño dentro y, aunque el cuerpo va creciendo, sigue siendo inocente e indefenso. Por eso necesita el corazón un compañero. Las parejas sirven para mantener vivo el juego, para que su fuego caliente el corazón del ciego que deja perder la infancia creyéndola sin importancia y luego, pensando que es una carga, se despoja de su inocencia.

La calle de la rosa

Pierdo trozos de corazón en el camino, aun sin querer ignorar los gritos del destino. La música, el vuelo, las nubes, los discos. Intento retenerlos y el recuerdo se hace pizcos.

La ciudad verde y azul.

Su sol caliente y sus nubes celosas.
Sus edificios de piedra y sus baldosas.
Sus días grises y atardeceres rosas.
Su extrema cortesía y sus noches borrosas.

Sus gaviotas, palomas, cuervos,
los pájaros azules y su gran misterio.
Su gran idioma, su extraño acento,
su bandera mecida por el viento.

Su largos paseos, rápidos andares,
sus noches cortas y largas tardes.
Sus colinas verdes y árboles rosales,
las empinadas cuestas y sus advesidades.

Sentados esperando a recibir algo bueno,
en la puerta de casa, con los pies en el suelo,
manos en los regazos y el bordillo de asiento.
Y hombro con hombro nuestros compañeros.