martes, 25 de noviembre de 2014

El panorama

Ese maldito ente diminuto aún colgaba del lóbulo de mi oreja gritando con voz queda pero penetrante: ¡Está roto! ¡Más que roto! ¡No pongas tus manazas ahí o lo estropearás aun más!

Yo meneaba una mano cerca de mi cara, como espantando moscas, intentando asustarlo y que se callara, mientras con la izquierda me sujetaba la cabeza. Con los ojos como platos observé el panorama: Tenía razón, era frágil, estaba manchado de humedad y algo resquebrajado, pero conservaba toda su belleza.

Suspiré y alargué la mano derecha. En cuanto lo rocé, pude ver cómo se precipitaban al vacío infinidad de porciones, haciendo el ruido que produce pisar una hoja seca. - ¡Te lo dije! ¡Déjalo como está! ¡Ay, ay! ¡Ya la has cagado lo suficiente! - Decía el pequeño monigote mientras se balanceaba colgando de los brazos.

Pensé en hacerle cosquillas en sus ridículas axilas,
o taparle la boca con un trocito de cinta adhesiva.
Pero no hice nada
y me quedé ahí sentada,
con la misma postura, pensando
mientras observaba
el paronama.