No les gustó mi fuego y lo convertí en silbido.
Les dieron miedo mis garras y me recorté las uñas.
Mis alas les molestaban y las dejé en mi casa.
Mi silbido también jodía y me quedé en silencio.
Mis dedos se movían mucho y dejé de usarlos.
Aún sin alas caminé, y no convino.
Así me encontré callada y quieta;
indefensa busqué algo que me tapara,
y me convertí en tortuga.
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ƸӜƷ