Sentada sobre el cuerpo de un árbol ya fallecido
observaba la ciudad de lejos, (por suerte no oía su ruido).
Me mecía la fría mano de la noche recién nacida,
y desde la sombra contemplaba las calles llenas de vida.
En el valle se oía el murmullo de las cabras con su discurso,
lo demás era paz y silencio, estrellas, hierba y capullos.
Pensé que lo peligroso estaba entre la multitud
y que muchas personas temerían la montaña si no hay luz.
Qué engañados vivimos, cuánta energía malgastamos
por no darnos cuenta de que lo más importante era lo que destrozamos.
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ƸӜƷ