lunes, 21 de enero de 2013

Creímos saber de la vida, pero no sabíamos nada.

Sentada sobre el cuerpo de un árbol ya fallecido
observaba la ciudad de lejos, (por suerte no oía su ruido).

Me mecía la fría mano de la noche recién nacida,
y desde la sombra contemplaba las calles llenas de vida.

En el valle se oía el murmullo de las cabras con su discurso,
lo demás era paz y silencio, estrellas, hierba y capullos.

Pensé que lo peligroso estaba entre la multitud
y que muchas personas temerían la montaña si no hay luz.

Qué engañados vivimos, cuánta energía malgastamos
por no darnos cuenta de que lo más importante era lo que destrozamos.

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ƸӜƷ