viernes, 20 de abril de 2012

El vagabundo que está llamando a tu puerta tiene puestas las ropas que tú llevaste una vez.

Tan ciegos y prepotentes que tenemos la desfachatez de mirar por encima del hombro a quien vive un aprendizaje dispar al nuestro. Arrugamos la frente y arqueamos las cejas, soltamos risitas despectivas y nos reímos. Y no nos reímos de quien está en frente, sino de un reflejo de nuestro propio pasado.
Si ellos no pueden ver, abre sus ojos, describe lo que ves. Si no pueden escuchar, grita en sus oídos, prueba con distintas melodías. Si no pueden verse, colocales frente a un espejo, descríbeles con tus palabras. Si caminan torpemente, acompaña su andar, muestrales los pasos.
Nunca eres experto, sino eterno aprendiz. Y sólo quien asuma este hecho es, paradójicamente, maestro.

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ƸӜƷ