domingo, 25 de marzo de 2018

Una avestruz llameante

A veces siento que soy estúpida y de mis patéticas palabras se deriva un zumo asqueroso, blanquecino y pegajoso que acompaña mis vocales, y al hablar lo derramo por el borde de mis labios recorriendo mi barbilla y recubriendo extremidades, torso y suelo a un par de metros a mi alrededor.

Al mismo tiempo, a veces siento que me doblo o me derrito, como si mi cuerpo no contuviera huesos, mis ojos son huevos duros que suplican que los maten para acabar con ese acto de la obra de teatro de la que involuntariamente forman parte.

Mientras tanto, mi cabeza me suplica que me calle pero escupo verborrea a una velocidad imparable machacando toda dignidad que recuperé en mis últimos silencios y tirándola por el desagüe. Luego calla mi boca, la muy puta, cuando tengo que explicarme, por más que mueva la lengua o mi cerebro lo comande se acumulan las palabras en la garganta y no salen. No puedo pedir ayuda, tampoco puedo ayudarme, la ansiedad quieta me embarga y la asquerosa mediocridad me invade.

Al poco rato me transformo en una avestruz llameante que masoca golpea suelos de cristal con el afán de esconder la cabeza, jugándose a propósito la posibilidad de degollarse.

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ƸӜƷ